Jorge Soto*

Cuando el Acuerdo de Paris fue aprobado, a finales de 2015, hubo muchas críticas. Algunos dijeron, y continúan diciendo, que es insuficiente para resolver la crisis climática, lo que es poco, pues no prevé sanciones a los países que dejaron de cumplir sus compromisos. Pero su aceptación fue creciendo, culminando con su ratificación en tiempo record al final del año pasado. Ello sucedió en menos de un año, mientras la ratificación del Protocolo de Kyoto demoró nada menos que 7 años. 

Ahora, parece que un nuevo nivel fue alcanzado. Tuvo solo que ser amenazado el Acuerdo de Paris para que las voces de sus defensores sean más fuertes. Felizmente, por más importante que sea Estados Unidos, entiendo que el Acuerdo no corre serios riesgos. Dos son los principales motivos: (1) la idea de que no puede haber retroceso en las negociaciones está muy presente entre los gobiernos; y (2) el movimiento para la mitigación y adaptación a los cambios climáticos tiene sentido socioeconómico. 

La repercusión de la nueva posición del gobierno americano fue fuerte y recibió inmediatas críticas. Hubo manifestaciones de diversos gobernantes. Dentro del G7 ningún país apoyó el movimiento norteamericano. En la reunión del G20, fue colocada aún más presión en el gobierno de los Estados Unidos. Internamente, en los Estados Unidos, parece no haber acuerdo en el propio gobierno en debilitar el Acuerdo de Paris. Fue informado que el secretario de Estado Rex Tillerson, expresidente y CEO de Exxon Mobil entre 2006 y 2016, se posicionó contra este movimiento. En los Estados Unidos, donde el federalismo es muy fuerte, por lo menos 10 estados americanos, inclusive los regidos por republicanos, decidieron formar la Alianza del Clima, que ratifica el compromiso con el acuerdo global independientemente de la Casa Blanca. Ciudades Americanas también están posicionándose por el Acuerdo. Entre ellas Pittsburgh, que ya fue importante centro de la industria del acero, y Nueva York. 

El líder alemán Angela Merkel recordó que el momento es de aceleración del enfrentamiento de los cambios climáticos. De hecho, los recursos atraídos por la economía de bajo carbono dejan patente esta situación. Segundo datos del Banco Mundial, fueron invertidos en todo el mundo cerca de US$ 350 mil millones en energía renovable en el año de 2015, más que el doble del valor destinado a la energía de fuentes fósiles. La misma entidad estima en US$ 23 trillones las oportunidades de negocios en la economía de bajo carbono tan solo en los países en desarrollo entre 2016 y 2030. En igual período, el número de personas empleadas por el sector de energía renovable deberá saltar de 10 millones a 23 millones en el mundo, de acuerdo con cálculos de la agencia internacional de energía renovable, Irena. Por estos datos, parece contradictoria la intención de abandonar el Acuerdo y "preservar los empleos". 

El argumento de buscar proteger los intereses del sector productivo americano está lejos de ser consenso en el medio empresarial de su país. No tardaron manifestaciones de líderes de empresas como Exxon Mobil y Shell, del sector petrolífero (frecuentemente asociado a emisiones de gases de efecto invernadero), o de otras como Apple, DuPont y Dow. Líderes empresariales como Elon Musk, de Tesla, Robert Iger, de Disney, Mark Zuckerberg, de Facebook, y Jeffrey Imelt, de GE, tomaron la decisión, siendo que los dos primeros anunciaron su desconexión del consejo de ejecutivos que apoyan a la Casa Blanca. Vale la pena consultar todavía el manifestó "We Are Still In" ("nosotros estamos dentro", en traducción libre), generado dentro de la propia sociedad americana, que ya juntó centenas de adhesiones de ciudades, estados, universidades, empresas e inversionistas. Segundo sus organizadores, el manifestó ya recibió el apoyo de líderes representando un PIB de US$ 6,2 trillones. 

En Brasil, el gobierno lanzó una nota diciendo que se sentía decepcionado con el anuncio del gobierno norteamericano. Y aprovechó el último día 5 de junio, día mundial del medio ambiente, para publicar el decreto ley promulgando oficialmente de adhesión de Brasil al Acuerdo de Paris. En el medio empresarial, IEC (Iniciativa Empresarial por el Clima), colisión formada por CEBDS - Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable, Pacto Global, Instituto Ethos, GVCes, CDP y Envolverde, lanzó manifestó titulado "Nosotros Permaneceremos" Especificando el apoyo de estas organizaciones al Acuerdo. 

El efectivo retiro americano, que solo podrá ser formalmente definido en 2020, dice al respecto al mundo entero. Los científicos del IPCC argumentan que una sociedad "carbono neutra" será necesaria aun en este siglo para contener los cambios climáticos en niveles aceptables. Hoy, todo lo que producimos o usamos causa emisiones de gases de efecto invernadero directa o indirectamente. ¿Cómo será este futuro? La nueva economía abre oportunidades para aquellos que ofrecieron soluciones, posiblemente accesible para todos. Inclusive Brasil, que ya sale con una ventaja comparativa gracias a la posición bastante renovable de su generación de electricidad (75%) y gracias a su alta productividad en biomasa (la productividad energética de la caña es 6 veces superior a la del maíz, usado en los Estados Unidos, y 2 veces más a la de la betarraga, predominante en Europa). 

Si hubiera inversión en innovación, estos diferenciales comparativos pueden volverse ventajas competitivas, permitiendo al Brasil ocupar un lugar de destaque en la economía de bajo carbono. Hay un ejemplo concreto: Brasil ya es el mayor productor mundial de biopolímeros, pero seguramente puede avanzar aún más. 

*Jorge Soto es Doctor en Planeamiento Ambiental de la COPPE/UFRJ y director de Desarrollo Sustentable de Braskem.